Entre montañas y el valle de Lengupá, San Eduardo se aferra con orgullo a sus raíces rurales a través de una tradición centenaria: el concurso de bueyes de tiro. Este evento, que celebró recientemente su décima edición, no solo es una muestra de destreza y fuerza animal, sino también un acto de resistencia cultural frente al olvido.
Durante el festival, realizado el pasado fin de semana, los habitantes del municipio se reunieron para celebrar el legado de sus antepasados. Entre los participantes se destacaron figuras como Gregorio Segura y Beyer Hernández, quienes con voz emocionada narraron cómo esta práctica ha atravesado generaciones. “Yo empecé mi vida con los bueyes de tiro a la edad de 13 años, es una tradición que a mí me nace mucho y me siento orgulloso”, expresó Segura.
Lejos de ser una simple competencia, el evento representa la historia viva de un pueblo que se niega a dejar morir sus costumbres. “Nosotros somos bueyeros toda la santa vida, venimos de una cuna de bueyeros: mis tatarabuelos, mis abuelos, mis padres… y ahora yo”, dijo Hernández. “No quiero que esta tradición se nos acabe”, añadió, agradeciendo el apoyo de las administraciones locales que han promovido y motivado la recuperación de la cultura campesina.
El trabajo con los bueyes no es solo físico, también exige paciencia, inteligencia y un vínculo profundo entre el hombre y el animal. “Lo primero para dominar una red de estas es llevarlos muy suave, como a un niño pequeñito. No se trata de castigar, sino de saberlos llevar para que ellos confíen en uno y uno en ellos”, explicó Hernández, quien ha amansado 72 toros a lo largo de su vida.
Este tipo de iniciativas no solo refuerzan la identidad local, sino que se convierten en una herramienta poderosa para la preservación del patrimonio cultural inmaterial. La administración municipal ha apostado por mantener viva esta tradición, consciente de que el alma de un pueblo también se cultiva desde sus costumbres.
Así, San Eduardo avanza en el rescate de su cultura, honrando a sus mayores y enseñando a las nuevas generaciones que el progreso no siempre significa olvidar el pasado.
Escrito por: Carlos Fernando Rodríguez