La ruana: tradición y orgullo de Boyacá

Desde los tres años, María Leonilde García aprendió a trabajar la lana de la mano de su madre. Lo que empezó como una tarea doméstica se convirtió en una vida entera dedicada a un oficio ancestral: la elaboración de la ruana, prenda que no solo protege del frío, sino que también abriga la identidad cultural de los boyacenses.

“Para mí, la ruana es lo máximo. Me abriga, me protege del agua y del frío. Es nuestra representación como boyacenses”, afirma García, quien junto a su esposo impulsó el oficio en Huichán al introducir los primeros telares industriales en la región. Con esfuerzo y sin conocimientos técnicos iniciales, ambos fueron aprendiendo hasta consolidar un emprendimiento que ha dado reconocimiento a su municipio.

Foto: Archivo Particular

La artesana de Artesanias G de la Sierra recuerda con orgullo cómo sus creaciones llegaron a los Juegos de Invierno en Corea, un símbolo de la capacidad de las tradiciones locales para proyectarse en escenarios internacionales. “Yo he representado mucho a mi municipio y al departamento con la ruana, porque quiero mucho mi trabajo, quiero mucho mi labor”, explica.

El oficio también se convirtió en sustento familiar. Gracias a la venta de ruanas y otros tejidos, María y su esposo Eugenio Lizarazo, lograron educar a sus tres hijos y hoy continúan transmitiendo el legado a sus nietos. “Ellos se sienten supremamente orgullosos de nuestro trabajo, de nuestras artesanías”, señala con emoción.

Aunque reconoce que existen críticas hacia el uso de lana por parte de algunos sectores que lo consideran maltrato animal, la tejedora defiende con firmeza la labor: “Es algo que es muy de nosotros, es ancestral”.

Más allá de un negocio, para María Leonilde García la ruana es vida, abrigo y símbolo. Un testimonio que refleja cómo una prenda icónica sigue tejiendo historias de resistencia cultural, unidad familiar y orgullo regional en las montañas boyacenses.

Escrito por: Carlos Fernando Rodríguez

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