A sus 80 años de vida falleció Monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, arzobispo emérito de Tunja quien pastoreó por 22 años esta Iglesia particular y quien por dos periodos fue presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, un colombiano y prelado que luchó por construir una Colombia en Paz, por ello en este espacio se hace una reflexión sobre ese legado que dejó este hombre, quien fue despedido en la Catedral Santiago de Tunja.
Referirnos a Monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, es referirnos a la paz, una palabra que a veces no queremos entender, pero que él en su vida pastoral orientó a muchas generaciones e invitó a reflexionar que la paz es el único camino para superar las difíciles condiciones que vive nuestro país, y vale la pena hacer memoria de todo ese aporte que este Prelado logró en torno a educar y formar a las presentes y futuras generaciones que a través del diálogo es cómo se llegan a acuerdos y se logran zanjar las diferencias, por ello es necesario recordar esas luchas, por ello citamos el escrito realizado por el Padre Darío A. Echeverri González, Secretario General Comisión de Conciliación Nacional quien es testigo y fiel escudero de esa lucha que Monseñor Luis Augusto dio en favor de por la paz.
Un apóstol comprometido con la paz. Una especie de ángel mediador por las víctimas. El obispo de los diálogos y los acuerdos humanitarios. Un referente al hablar de salidas pacíficas al conflicto en Colombia. Un misionero preocupado por la paz y los secuestrados. Todas estas son expresiones que vienen a la mente al pensar en el papel cumplido por Monseñor Luis Augusto Castro Quiroga a lo largo de los años, en favor de la reconciliación, la paz y el respeto de los Derechos Humanos.
Algunos dirán que en este papel mediador tiene que ver su formación como Misionero Consolato y su capacidad de escuchar sin ceder a la tentación de ponerse a favor de uno u otro. Su interés por mantener “las puertas abiertas” al diálogo en vez de cerrar opciones y caminos.
Su certeza sobre la necesidad de que la Iglesia esté presente en los escenarios de conflicto, como madre y como maestra en humanidad, sin hacer cálculos de los costos políticos que ello puede implicar. Algunos más vincularán este rol a los 12 años que estuvo como Vicario Apostólico de San Vicente del Caguán – Puerto Leguizamo, lugar en el que pudieron empezar sus acercamientos pastorales al conflicto social y armado y a los actores armados.
Su nombramiento como arzobispo de Tunja no lo separó de su preocupación por la realidad del país y por el aporte de la Iglesia Católica a la búsqueda de soluciones y alternativas que beneficiaran a la mayoría de los habitantes. Esa inquietud lo siguió cuando se convirtió en presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia y de la Comisión de Conciliación Nacional (CCN). Desde estas posiciones amplió sus esfuerzos y se encargó de sembrar esperanza en los corazones de las víctimas de la violencia, para contrarrestar los efectos devastadores de la guerra.
El nombre de Monseñor Luis Augusto será recordado y asociado especialmente a sus gestiones en los gobiernos de Ernesto Samper Pizano, Andrés Pastrana Arango, Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos. En épocas difíciles para Colombia, sus buenos oficios y su mediación pastoral lo convirtieron en garante para la liberación de 60 militares que habían sido retenidos por la guerrilla de las FARC durante el ataque a la base de Las Delicias (Putumayo), el 30 de agosto de 1996, así como de diez infantes de marina que fueron tomados cautivos en Juradó (Chocó) unos meses después.
Su servicio de mediador, garante, gestor y facilitador no fue fácil y si bien le generaron satisfacciones también le ocasionaron desencantos y críticas. Un logro como el de las conversaciones en El Caguán. Lejos de buscar protagonismo y beneficios personales, esas acciones las lideró teniendo como horizonte el bien común y la búsqueda de alivio a los padecimientos de las víctimas de lo que algunos llaman “el conflicto armado” y otros “la guerra” en Colombia. Lo hizo pensando no en los halagos y los titulares de prensa sino en los rostros alegres y las lágrimas de felicidad de aquellos que recibían “pruebas de supervivencia”, y en el mejor de los casos a sus seres queridos de regreso a su hogar.
Siempre mostró la prudencia necesaria para llevar a buen término esas gestiones. Para saber cuándo y cómo responder a los diversos medios de comunicación social que lo buscaban permanentemente y lo abordaban con preguntas reiteradas: Monseñor Castro, ¿qué hay del acuerdo humanitario?”, “¿Monseñor, hay algún diálogo con las FARC en este momento?”
“La prudencia es la única forma eficaz de avanzar”, afirmó en alguna ocasión al responder a los periodistas que le “reprochaban” su exceso de discreción al referirse a la paz y las perspectivas de diálogo. Prudencia y temple que lo llevaron como presidente del Episcopado, por citar un ejemplo, a anunciar que la Iglesia Católica continuaría sus labores de facilitación para una negociación de paz entre el Gobierno y la guerrilla del ELN, pese al asesinato de dos sacerdotes y otras dos personas, cometido por este grupo guerrillero el 14 de agosto de 2005, cuando las víctimas se desplazaban en un vehículo en cercanías a la población de Teorama (Norte de Santander).
Sin prestar demasiada atención a si se trataba de “acercamientos para un acuerdo humanitario”, “el intercambio humanitario”, “una zona de encuentro”, “una zona de despeje”, “una negociación” o la denominación que se le diera, Monseñor Luis Augusto asumió con altura esa tarea compleja. Su figura, su claridad y preocupación por encontrar maneras creativas de abordar a los actores enfrentados le permitieron gozar de la confianza necesaria para acercarse a diversos funcionarios e instancias del Gobierno, pero también a mandos e integrantes de las guerrillas, buscando la libertad de los civiles y los miembros de las Fuerzas Armadas en poder de los grupos armados ilegales.
De esta manera se convirtió en un peregrino por la paz, viajando de un lugar a otro con ese ideal. Fue asistente frecuente a reuniones en el Palacio de Nariño, mientras la sede del Episcopado servía también como escenario de encuentro con el Comisionado de Paz, con el Comité Internacional de la Cruz Roja, con ministros, embajadores, asesores, consejeros y demás funcionarios vinculados a la paz y la superación del conflicto.
En la Conferencia Episcopal, en la Basílica Menor del Voto Nacional, y en muchos otros lugares, se reunió con los familiares de aquellos privados de su libertad para darles una voz de aliento. Cuando la coyuntura parecía alejar a las partes y dejar en el olvido a los secuestrados, Monseñor Luis Augusto emergió como la figura en quien las madres, esposas e hijos depositaban sus esperanzas de volver a abrazar pronto a sus seres queridos ya en libertad.
En escenarios nacionales e internacionales su presencia a nombre de la Iglesia Católica sirvió para animar procesos y lograr avances. Quizás fueron menos conocidas las gestiones que realizó ante el Cardenal Tarcicio Bertone, secretario de Estado del Vaticano, ante la Secretaría de Estado de los Estados Unidos, ante el presidente venezolano Hugo Chávez Frías, los ex presidentes Alfonso López Michelsen, Ernesto Samper Pizano, la entonces Senadora Piedad Córdoba y muchas otras personalidades, queriendo lograr la libertad de políticos, policías y militares privados de su libertad durante años por parte de la subversión.
Monseñor Luis Augusto será siempre recordado como un referente de la paz en el país por ello se recordará como “el artesano de la paz” él siempre tuvo presente la realidad nacional y luchó en favor de una salida pacífica y no por la vía de las armas al conflicto que ha enfrentado Colombia.
Legados para Tunja y Boyacá
También es importante citar algunas de las obras que dejó Monseñor Luis Augusto Castro Quiroga durante sus 22 años frente a la Arquidiócesis de Tunja, obras que más allá de lo físico transformaron la dinámica de una Iglesia entendiendo que debía estar ajustada a las exigencias de los tiempos modernos y pensando siempre en generar una evangelización integral, donde la participación y la comunicación se entrelazan para enviar el mensaje de esperanza y fe en Dios Todopoderoso, especialmente para los más necesitados.
Sus obras más relevantes fueron los medios de comunicación: el periódico semanal Puente Boyacense desde su llegada a la Arquidiócesis de Tunja, mostró su preocupación por entrar en sintonía con el clero y el pueblo de Dios, pero ante la ausencia de medios de expresión de la vida de la Iglesia boyacense, surge en la mente de Monseñor Luis Augusto, la idea de un periódico y así nace el semanario Puente Boyacense, cuyo nombre aparte de evocar un lugar histórico tan querido, expresa una función fraternalmente aglutinadora para unir con la información a los boyacenses de dentro y de fuera del departamento. El Canal Telesantiago fue otro sueño de comunicación. Aunque lo que deseaba Monseñor era una emisora que tuviera una cobertura de todo Boyacá o al menos de toda la Arquidiócesis. Como en ese momento fue imposible, optó por la televisión y se empezó a hacer los estudios, a buscar los recursos y así nació Telesantiago. Complementariamente creó la productora de televisión, donde se originaron programas educativos y de evangelización.
La educación también fue la obsesión de Monseñor Castro y para satisfacer la necesidad de dar educación a Adultos en el Área rural, creó el Instituto Técnico para el Desarrollo Rural y Sostenible, cuyas siglas son ITEDRIS el cual durante más de 20 años de trabajo formó jóvenes y adultos en Boyacá. También a través de la Escuela de Música y la Escuela de Arte “San Lucas”, formó líderes que, con conocimientos teóricos y prácticos sobre la música sacra, serían guías de las comunidades parroquiales e incentivadores de agrupaciones musicales, que apoyaron el trabajo pastoral y litúrgico, especialmente del sector rural, y teniendo en cuenta la riqueza del arte sagrado en Tunja y en los municipios de Boyacá, consideró la necesidad de crear una escuela para formar en la apreciación, conservación y creación del arte sagrado como medio de evangelización; para sensibilizar, desarrollar las aptitudes artísticas, potenciar las cualidades innatas para el arte de tantas personas, sobre un fundamento de cultivo integral y formación espiritual.
Y es que en el tema de educación hay que citar el impulso que Monseñor Luis Augusto Castro le dio a la Fundación Universitaria Juan de Castellanos se recuperó el edificio en el que funcionaba el Colegio Silvino Rodríguez; y aun cuando su reconstrucción fue muy costosa, el resultado fue bello y se le entregó a la Fundación una sede propia, una verdadera joya. También, tuvo la idea de que el edificio de la Curia al dejar de serlo, siguiera prestando un servicio a la ciudad de Tunja, y decidió entregarlo en comodato a la FUJC para que hechas las adecuaciones necesarias entrara a funcionar como su segunda sede, así mismo la entrega de Centro Intercomunitario, como campus y donde ya se puso la primera piedra para seguir ampliando las necesidades que tiene esta institución universitaria.
También es importante citar otras obras como la construcción del Centro Intercomunitario Arquidiocesano, la Casa Sacerdotal, la Casa Episcopal y la Nueva Curia Arquidiocesana; la consolidación del Tribunal Regional Eclesiástico de Tunja, del Instituto de Liderazgo Pastoral (ILPAS). Los logros citados se alcanzaron gracias a esa gestión que Monseñor Luis Augusto Castro logró realizar con entidades del orden nacional, pero en especial de orden internacional; su credibilidad y compromiso misionero le permitió recibir muchos apoyos para realizar estas prolíferas obras en favor de la comunidad.
Frente al deceso de Monseñor Luis Augusto el Gobernador de Boyacá Ramiro Barragán Adame manifestó en sus redes sociales “Recibo con mucha tristeza la noticia del fallecimiento de monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, arzobispo emérito de Tunja. Su obra, su don de servicio estarán siempre en el corazón de los tunjanos, de los boyacenses que fuimos testigos de su entrega a la comunidad”.
Monseñor Luis Augusto Castro Quiroga será recordado como ese pastor que luchó y que confió en ver una Colombia en Paz y que dejó grandes legados a la Arquidiócesis de Tunja en el plan evangelizador y formador para muchas generaciones. (Fin – Fredy González – UACP – URT)