En Boyacá hay 2.060 vendedores o comerciantes ambulantes

Yuri Jimena Ojeda ya cumplió 17 años vendiendo monturas para lentes en el centro de Tunja, su puesto es uno de los cientos que se instalan a diario sobre las calles de la capital boyacense para comercializar todo tipo de artículos. Para ella, el momento más difícil que ha tenido que enfrentar durante su vida como comerciante ambulante, sin duda alguna es la pandemia de la Covid-19, porque se bloqueó completamente cualquier posibilidad de recibir dinero por su trabajo.

Don Luis Alberto Rodríguez, es lustrador de botas, embellecedor de calzado en una de las esquinas de la Plaza de Bolívar de Tunja, él ya cumplió más de 40 años dedicados a este oficio, y aunque se ha tenido que aguantar muchas cosas prestándole el servicio a la ciudadanía, lo sigue haciendo porque considera que a su edad ya no tiene opción, sobre todo porque las empresas no lo reciben por algunos problemas de salud que lo aquejan.

La señora Edith Ballesteros ha vendido ‘cacharro’ durante 14 años en una de las concurridas calles de la capital de Boyacá. Vende de todo un poquito “porque si no se vende una cosa, se vende la otra”, aunque señala que, a parte de la inseguridad, lo más difícil de este oficio es guardar la mercancía y asegurarse de hacerlo en un lugar confiable, porque también son víctimas de robo. Para ella, en un día bueno se pueden acercar entre 5 y 10 personas a comprarle así sea una aguja, y en un día malo no se acerca nadie, ni siquiera a preguntarle la hora.

Ellos tres integran la lista de los 2.060 comerciantes o vendedores ambulantes que trabajan actualmente en el departamento de Boyacá, y que el Departamento Nacional de Estadística -DANE- referenció como personas que se ubican en un puesto móvil o de economía de calle para realizar actividades económicas en una estructura de cualquier material, fácilmente transportable y que ocupa espacio público.

Luis, Yuri y Edith creen que después de la pandemia, y sobre todo del confinamiento que ésta causó, ya han superado una exigente prueba, por eso hoy salen a trabajar todos los días para seguir avanzando y sacar adelante a sus familias. “Lo más difícil de trabajar en la calle sin duda ha sido el miedo a fallarle a mis hijos y a llegar a la casa sin lo del sustento diario, eso se me convierte en un caos. En la calle uno debe aprender a ser fuerte y afrontar cada situación que llegue, sea como sea” comentó Ojeda.

El DANE concluyó que en el territorio boyacense hay 0.14 puestos móviles o ambulantes por cada manzana, en estos se venden monturas, aguacates, forros para el celular, artículos para el hogar, frutas, alimentos preparados y hasta artículos para embellecer calzado. “Yo invierto en promedio entre $150.000 y $200.000 en artículos y cobro la lustrada entre $4.000 y $6.000, de las ganancias tengo que pagar arriendo, comida, el estudio de mis hijos, los servicios públicos y más cosas” confiesa Luis Alberto.

En Tunja, se concentra la mayor cantidad de comerciantes ambulantes o móviles que trabajan en este departamento, ellos siempre han pedido que los tengan en cuenta para solucionar el problema de ocupación del espacio público, plantean diferentes alternativas y tienen opiniones válidas, pero expresan que a veces se sienten invisibles, un rol que definitivamente no les gusta jugar y del que siempre han querido salirse. (Fin – Jader Silvera – UACP – URT)

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